jueves, 19 de junio de 2014

Aprendizaje



Contradictoriamente el que parecía el trabajo más simple es el que más me cuesta llevar adelante. Fui pateando la autobiografía junto con las semanas, quién sabe por qué.

Durante algún tiempo creí que eso de escribir no se aprendía, que era sólo producto de una inspiración y una capacidad casi mágica de escribir bien. Cosa que además, nunca consideré que podía hacer. De chica escribía cuentos: me gustaban los policiales, tal vez por la influencia de Poe, y uno de los primeros recuerdos que tengo asociados a algo escrito por mí, fue cuando el profesor de Literatura de 8°, me dijo que por qué no me dedicaba a eso. Hay que admitir que en ese momento me hinché de orgullo por el comentario y por el cuento que había escrito, que tendría que buscar en la próxima visita a la casa de mi padre; pero nunca creí viable lo de "dedicarme a eso".

Sí me dediqué a leer, apasionadamente, y me sentí mucho mejor cuando me enteré que Borges siempre pensó de sí mismo que era mucho mejor como lector que como escritor. Fue suyo el primer libro "de grandes" al que me acerqué. Debía tener 11 o 12 años cuando encontré una edición del '68 (¡que año!) de Ficciones, que todavía tengo, revolviendo entre unos libros viejos en la casa de mis tías. A partir de ahí encontré la forma de sobrellevar mi adolescencia y la adolescencia del mundo a mi alrededor, que detestaba. Lo leí completo, pero recuerdo que no entendí nada, o entendí que no iba a ser fácil entrar a Tlön. Me culpé a mí misma por eso, me exigí volver a leerlo cuando pudiera apreciarlo, y me invadió una profunda frustración, la primera de mi vida. Pero causó una impresión tan profunda, que a esos cuentos debo no sólo mi amor por la literatura sino el interés por la física cuántica, los universos paralelos y las discusiones sobre el tiempo. No sé si ese mismo verano, o al siguiente, me encontré con El libro de arena, lo agarré con miedo, con respeto, y cuando terminé el primer cuento, El Otro, y entendí, algo pero entendí, me reconcilié con Borges, quien se convertiría en uno de mis escritores preferidos. Todavía recuerdo nítidamente el impacto que me causó el recurso de encontrarse con uno mismo en el pasado y en el futuro. Unos años después nos tocó leerlo en el colegio y descubrí que siempre se puede aprender y entender más con cada lectura, que cada cuento de Borges tiene infinitas lecturas.

El otro gran escritor que devoré esos años de mi adolescencia fue Cortázar. Fue distinta mi relación con él, a Borges lo fui leyendo de a poco, respetuosamente, me llevó varios años, y todavía no termino. En cambio a Julio me le avalancé con todas las hormonas de mi adolescencia encima. Fue amor a primera vista con Ómnibus: terminé el cuento y no podía creer como esas pocas páginas podían impactar tanto, y dejarme pensando horas y días sobre el cuento, sobre qué representaban las flores, sobre lo identificada con Clara que me había sentido: una adolescente que pasaba cada sábado leyendo en su casa mientras sus amigas, todas menos una, iban a bailar. A los pocos días me compré la edición de Alfaguara de los Cuentos Completos, que leí sin parar uno atrás de otro. Y que sigo leyendo cuando necesito despejarme y volver a sentir ese placer particular que me produce leer los cuentos de Cortázar. Casi tanto como Rayuela y sus divagaciones, casi tanto como pasear por París con la Maga y Horacio, o como encontrar en sus páginas las palabras perfectas para decirle a alguien lo que le quiero explicar sobre el amor, sobre la amistad, sobre el puente que no se sostiene de un solo lado.

Hablar de literatura, tal vez por la propia Rayuela, siempre me lleva a hablar de París, de una París que conozco por los libros y los sueños, y que aún no tuve el placer de conocer por mi propia experiencia: una cuenta pendiente que por ahora compenso con Hemingway (que en estos días también me está transportando a España y a la guerra civil con Por quién doblan las campanas, y dejé suspendidos en el tiempo a Robert Jordan, María, Pilar y sus milicianos a punto de volar el puente para hacer este trabajo), Miller y Simone de Beauvoir y Los Mandarines.

De esa época también recuerdo a Dostoievski, a la edición de Crimen y Castigo de la Nación, que junto con la colección de Clarin, puso sobre mi horizonte el mundo de los clásicos de la literatura universal, al que no hubiera accedido tan pronto de no ser por ellas. ¡Como me costó pero como disfruté leer a Dostoievski! Junto con él vinieron Tolstoi, Goethe, Dante y Shakespeare. El teatro de Shakespeare rompió todos mis prejuicios con ese género, y también devoré -ya en los últimos años de secundaria y el primero de la facultad- muchas de sus obras, que me parecieron sorprendentemente contemporáneas. ¡Que agradable sorpresa fue encontrarlas citadas en los libros de Marx!, en los que estaba incursionando mientras descubría la otra gran pasión y el motor de mi vida que es la militancia revolucionaria.

Me pasaba que me agarraban enamoramientos con algunos escritores, los leía casi hasta agotarlos, y me invadía después la desilusión de no volver a leer nada nuevo de semejantes plumas. Tenemos la suerte de que ha creado tanto la humanidad, que es inagotable la fuente de lo que uno puede leer en los pocos años que tiene de vida.
Hay un salto entre estos primeros años y mis lecturas actuales, un paréntesis dedicado mayoritariamente a la política, que me hizo disfrutar de otro tipo de escritores, entre los que también encontré la belleza de la literatura y las obras bien escritas como Marx, Engels, Lenin y Trotsky. El Museo de la revolución de Martín Kohan, a la inversa que con Marx y Shakespeare, me fascinó por la forma brillante de hacer literatura de ficción con obras políticas reales de los propios Marx y Engels, Lenin y Trotsky. Durante esos años escribí más, pero textos menos literarios. Y durante esos años también fui descubriendo que a escribir se aprende, y fui ensayando sobre géneros a los que nunca pensé que podía siquiera intentar acercarme como la poesía. Y ahí me pasó a la inversa, y cuando empecé este taller y llegué a mi primer clase y tuve que "ahí y ahora" ensayar unas líneas a modo de relato, me pareció una tortura. Pero le tomé el gusto y aprendí que se aprende.

Empecé a escribir poesía enamorada de una mujer que escribe poesía, y se abrió ante mí otro mundo donde las autoras más significativas fueron Glauce Baldovin, al encontrar su Libro de la soledad en el momento en que más lo necesitaba, y Alejandra Pizarnik, por su propia grandeza, por esa forma de encontrar las palabras, de jugar con las palabras, de hurgar en lo más profundo del universo femenino. Vuelvo a su Poesía completa siempre que siento la angustia que sentí cuando llegó a mis manos por primera vez.

No puedo no mencionar a Bukowski, a quien también descubrí de grande y con quién también tuve uno de mis enamoramientos, si es que esa palabra es aplicable a algo que tenga que ver con el viejo. Fue una época más oscura de mis descubrimientos literarios, la misma de Houellebecq y de Auster, de quienes leí también todo, como hambrienta del placer de meterme en sus historias, en sus personajes y en su oscuridad. Todavía lamento no haber podido ver a Paul Auster cuando vino, a pesar de la cola en la Rural, a pesar de estar cursando en la UNSAM que lo trajo, a pesar de haberlo esperado durante meses. Las partículas elementales de Houellebecq y Un hombre en la oscuridad de Auster fueron la vía meterme en el mundo de cada uno de esos dos autores, de los pocos de los que puedo disfrutar ir a comprar su próxima novela apenas está disponible en las librerías. Algo que me hubiera gustado haber podido experimentar con Borges y Cortázar.

Last but not least, hay dos libros que son de esos que me compro, o que tengo en mi biblioteca y siempre empiezo a leer y dejo sin terminar, pero pendientes para un mejor momento de poder adentrarme en ellos. Y en los que pensé cuando leí las Apostillas de Eco a El nombre de la rosa y las primeras páginas que explica que hay que atravesar para poder entrar en el monasterio, que no puede atravesar cualquier lector, y que te transforman en un lector específico de una obra específica. Uno es La conjura de los necios de John Kennedy Toole: cuando logré entrar, superar el escollo de las primeras 40 páginas, encontrarle el encanto al despreciado Ignatius y el sentido a una novela que parece no decir nada, no quería que terminara nunca. Me pasó lo mismo, pero al revés con El Pasado de Alan Pauls. Tuve el coraje de volver a agarrarla hace sólo unos meses, después de haberla tenido años en mi biblioteca. Nunca ninguna novela me produjo lo que me produjo esta, que me atrapó en su mundo, que siempre toca el propio, me sacudió, me oscureció, me hizo sentir a Sofía, a Rímini, comprenderlos, despreciarlos, reconocerse a uno mismo y a sus propias miserias en el reflejo de unos personajes perfectamente construidos, destruirse y volverse a construir. Al revés que con La conjura quería que terminara, necesitaba que terminara para poder salir del pozo en el que me había caído junto con Rímini, junto con Sofía. Nunca me pasó de terminar una novela y sentirme mucho mejor a la otra mañana, sin explicación aparente, más que la del duelo con mi propio pasado terminado.

Muy cerca de la perfección. Parte 1


Parecía que mis sentidos estaban trastocados, tenía la boca muy seca, no podía abrir los ojos de lo pesados que sentía mis párpados, y me acordé de cuando era chica y unos minutos antes de levantarme para ir a la escuela tenía esa especie de pesadilla en la que salía de casa despierta pero sin poder despegar los ojos, y hacía un esfuerzo terrible para abrirlos y mantenerlos así mientras manejaba mi bicicleta hasta el colegio. Escuché unos gemidos de hombre, luego unas risas de mujer, de varias mujeres y algunos pasos y golpes bastante a lo lejos.  La risa sensual de Be se me hizo tan familiar y no pude más que volver a sonreir y obligarme a abrir los ojos, empecé a recordar en parte dónde estaba, cómo había terminado ahí. Para poder volver a todo el asunto. Sentí el suelo duro y frío que la manta violeta, de una especie de terciopelo suave sobre la que dormía, ya no podía disimular. El espejo con la P y la R grabadas estaba en el piso, con algunas líneas que quedaban armadas, al lado varias botellas de champagne tiradas, dos Johnnie Walker etiqueta negra vacíos y uno roja al que todavía le quedaba un poco y entendí por qué el dolor de cabeza. El piso, tal vez por efecto de todas las drogas que había tomado, se veía muy brillante, con las vetas de la madera más oscuras que resaltaban tanto. El equipo de música que estaba en el piso ya no sonaba, pero me di cuenta de que estaba prendido por la luz verde del botón.

La cabeza me latía como si tuviera clavados pequeños alfileres que alguien me presionaba todos juntos una y otra vez. Me levanté para tomar una línea y un trago de agua natural, casi tibia, de una botella de plástico algo abollada que tenía al lado mío y vi a Be que seguía cogiendo, esta vez con dos tipos que no recordaba haber visto antes: un pelado enorme, con sus buenos kilos, bañado en sudor, que parecía un experto en masturbación femenina, a juzgar por el movimiento de sus dedos y por la cara de placer Be, que agarrada del respaldo de la cama con una mano y de la mesa de luz con la otra, miraba por el espejo que cubría toda la pared del cuarto, como un morocho de brazos enormes y pectorales marcados la cogía desde atrás mientras el pelado le tocaba la concha con una dedicación que yo nunca había visto. En la cama Ana dormía: tenía la cabeza apoyada en un brazo, el otro extendido con la palma hacia arriba y el sol que entraba por la ventana le daba todavía más brillo a esos rulos casi negros que tanto me gustaban. Tenía un culo perfecto Ana y las piernas más largas que vi en mi corta experiencia con las mujeres, con la luz encima se veía todavía mejor, con los contornos de su cuerpo dorado que contrastaban con la pared blanca, con las sábanas blancas. Noté que había un cuadro colgando sobre la cama, que parecía puesto a medida del color tostado de su piel: una mujer de pelo rojizo, recostada como de costado, con una de sus piernas que ocupaba la mitad del retrato, una mano sobre un pecho y el otro descubierto, de pezones rosados. Parecía masturbarse con los ojos cerrados de placer, y un halo de partículas doradas que parecía salir de su sexo le atravesaba la mitad del cuerpo. 

Enseguida me volví a calentar, bastaba sólo con mirar a mi alrededor para mojarme, pero también me acordé como había empezado la noche, y la merca me empezaba a hacer efecto. El dolor de cabeza desaparecía y se empezaba a transformar en una sensación de alegría y excitación.  Saqué la vista un poco de mi amiga y hacia el otro lado vi caras y cuerpos conocidos: vi la pija de Pedro medio dormida, colgando mientras tomaba cocaína del escritorio negro que habíamos usado para coger hacía unas horas, y las manos cuadradas y ásperas de Tomás que intentaban hacerla volver a su acostumbrado esplendor, sin demasiado éxito. Eva miraba y sonreía excitada mientras fumaba el último porro que quedaba. Tomás, que tenía una erección enorme, a pesar de todo lo que había tomado, que se notaba en su cara y sus movimientos, también la miraba a Eva. Fijó la miraba, y no le sacaba sus ojos verdes de encima mientras la pija de Pedro empezaba a ponerse dura. Se ve que notaron que me levanté, se ve que olieron mi calentura, y me hicieron una seña -Eva con la mano, Tomás con los ojos- casi a la vez para que me sumara. Agarré lo que quedaba de whisky y me acerqué justo cuando Ana se despertaba, subía el volumen y me seguía mientras sonaba Miles Davis y todo se acercaba a la perfección. 


miércoles, 7 de mayo de 2014

Olas



Otros que son otros
Otra
          Pero vos
Pero no
El pasado que vuelve    
          arrastrándose
del mismo color
del mismo dolor que no duele
que nada
El pasado que recuerda
la mujer que fuiste
y no sos
          Pero sí
Y adelante
pero lejos
               tu voz
               tu risa
               tus lágrimas
duelen
en un dolor que es mar
que se va
para volver
          pero se va
trae la memoria
          de lo que fue
que no fue
          que pudo ser
pero no

Y el dolor es querer
que el recuerdo inventado
sea

Pero no
No

jueves, 17 de abril de 2014

Adios Gabo


“Un día como hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar: ‘Me niego a admitir el fin del hombre’. No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora, que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra […] Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía”. 

Fragmento del discurso que Gabriel García Márquez leyó en Estocolmo el jueves 21 de octubre de 1982, antes de recibir el Premio Nobel de Literatura

domingo, 13 de abril de 2014

Fantasmas II

La nube de color rojo, el deseo
que ocupa cada vez más espacio
me apuñala
desde adentro
me retuerzo

sangran las viejas heridas
y me relamo de nuevo
por las noches
como una gata en celo

el precio de ser
de convertirse en una
de encontrarse

lo que se niega a resignar

Porque costó lágrimas
gritos
desgarros
el pecho cerrado
la sangre en un puño
hirviendo
               entonces
               mujer
no se resigna
no se deja al costado de nada
no se escupe la sangre que corre
no se arranca la piel que se vuelve a formar
se cubre la carne ardiendo
se siguen lamiendo heridas
se grita con la voz
que tanto costo encontrar

(para poder volver a sangrar
al día siguiente)

domingo, 30 de marzo de 2014

Fantasmas






















Escuche de una amiga que a medida que uno se pone mas viejo, tiene menos ganas de estar solo. De estar sola.
Porque no es lo mismo la soledad de la mujer. Porque es mejor, mas libre, mas profunda, la soledad de las mujeres.
Porque no es la soledad de los hombres sino mas bien su antítesis.
Por que por eso mismo es tan grande el peligro de que se haga eterna, absoluta.
Porque la soledad de las mujeres, cuando no existe, es la compañía, así profunda, recuperando el sentido del término, de otras mujeres que arden junto a nosotras. De otras mujeres que viven, sufren, sienten, disfrutan, su soledad. Y no quieren estar solas.
Y a los 30 años ya se siente así. Y se tiene un poco la certeza de que va a ser así, en ascenso, a medida que nos corran los años, que nos persiga la vida. La vida de mujer, de heroína frustrada por una época que no es de héroes, o que no fue.
Y tal vez nos quede la esperanza, cada día menos utópica, de que puede serlo. De poder volver a disfrutar de la soledad. No solas. Rodeadas de fuego, de bronca que quiere el aire, de la sangre de otras mujeres, de otros hombres, de nuestra propia sangre, que le de vitalidad, al sentido de nuestra existencia: la vida común, libre, individual, sola, pero común, de cada alma que puebla este maldito mundo que nos hace sentir solas.

viernes, 21 de marzo de 2014

EL ESFUERZO HUMANO

El esfuerzo humano
no es aquel joven hermoso que sonríe
erguido sobre su pierna de yeso
o de piedra
ofreciendo, con los pueriles artificios de lo estatuario,
la imbécil ilusión
de la alegría, la danza y la dicha,
evocando con la otra pierna en el aire
el dulce retorno a casa;
NO,
El esfuerzo humano no lleva un niño sobre el hombro derecho,
otro sobre la cabeza
y un tercero sobre el hombro izquierdo,
ni sus herramientas en la bandolera,
ni una mujer joven aferrada a sus brazos;
El esfuerzo humano lleva consigo un braguero
y las cicatrices de los combates
librados por la clase obrera
contra un mundo absurdo y sin ley;
El esfuerzo humano carece de verdadero hogar,
siente el olor de su trabajo
y tiene los pulmones afectados
su salario es magro
sus hijos también
trabaja como un negro
y el negro trabaja a su par;
El esfuerzo humano no tiene saberes mundanos,
el esfuerzo humano no llega a la edad de la razón;
el esfuerzo humano tiene la edad de los cuarteles,
la edad de la fatiga y de las cárceles,
la edad de las iglesias y de las fábricas,
la edad de los cañones,
y del que plantó las viñas por todos lados
y encordó todos los violines
y se alimenta de malos sueños
y se emborracha con el pésimo vino de la resignación
y como una gran ardilla ebria
da vueltas por ahí sin parar
en un universo hostil,
polvoriento, de techos bajísimos,
y sin parar forja la cadena,
la aterradora cadena en la que todo se encadena,
la miseria el lucro el trabajo el asesinato
la tristeza la desgracia el insomnio y el tedio,
la aterradora cadena de oro
de carbón, de hierro y de acero,
de escoria y de polvo,
ceñida alrededor del cuello
de un mundo desamparado;
la miserable cadena
de la que cuelgan los dijes divinos
las reliquias sagradas
las cruces de honor las cruces gamadas
los amuletos de la buena suerte
las medallas de viejos servidores
las baratijas de la desgracia
y la gran pieza de museo,
el gran retrato ecuestre
el gran retrato de cuerpo entero
el gran retrato de frente de perfil de pose coja
el gran retrato dorado
el gran retrato del gran adivino
el gran retrato del gran emperador
el gran retrato del gran pensador
del gran sabio
del gran moralizador
del digno y triste farsante
el rostro del gran amenazador
el rostro del agresivo pacificador
el rostro policíaco del gran libertador
el rostro de Adolf Hitler
el rostro de Monsieur Thiers
el rostro del dictador
el rostro del fusilador
de no importa qué país
de no importa qué color,
el rostro odioso
el rostro desgraciado
el rostro golpeado
el rostro de masacre
el rostro del miedo.

Jacques Prevert

miércoles, 12 de marzo de 2014

Hogueras


Con  el desgarrador grito de las contradicciones
de la carne que arde
tanto que hay que arrancarla
                                                    de a jirones
para tirarla 
a alguna hoguera de las que hacen cenizas
para resurgir
para renacer
para volver a pisar

como uno puede
sobre arena 
                     tal vez
pero con los pies
con mi pies
que ahora son de barro
pero que vuelven a fundirse en plomo
con el calor de las mujeres
que danzan alrededor
de mi carne que arde 

martes, 4 de marzo de 2014

Hallazgo

FELICES LOS NORMALES 
A Antonia Eiriz























Felices los normales, esos seres extraños.
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.
Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

Roberto Fernández Retamar

viernes, 7 de febrero de 2014

Matisse, la compulsión de crear


"Hasta después, por la tarde, cuando me encuentro en la galería de arte de la rue de Seze, rodeado por hombres y mujeres de Matisse, no vuelvo a estar dentro de los límites auténticos del mundo humano. En el umbral de esa gran sala cuyas paredes están ahora en llamas, me detengo un momento para recobrarme de la conmoción que experimenta uno cuando el gris habitual del mundo se desgarra y el color de la vida salta y salpica en canciones y poemas. Me encuentro en un mundo tan natural, tan completo, que me siento perdido. Tengo la sensación de estar inmerso en el plexo mismo de la vida, en el centro, cualquiera que sea el lugar o posición en que me sitúe o la actitud que adopte (...) Parado en el umbral de ese mundo que Matisse ha creado, vuelvo a experimentar el poder de esa revelación que permitió a Proust deformar la imagen de la vida de tal modo, que quienes, como él, son sensibles a la alquimia del sonido y de los sentidos, son capaces de transformar la realidad negativa de la vida en las formas sustanciales y significativas del arte (...) En todos los poemas de Matisse figura la historia de una partícula de carne humana que rechazó la consumación de la muerte (...) Él es, en caso de que algún hombre posea ese don, quien sabe dónde desintegrar la figura humana, quien tiene el valor de sacrificar una línea armoniosa para detectar el ritmo y el murmullo de la sangre, quien toma la luz que se ha refractado dentro de él y deja que inunde el teclado del color. Tras las minucias, el caos, la mofa de la vida, detecta la pauta invisible; anuncia sus descubrimientos en el pigmento metafísico del espacio. Ni búsqueda de fórmulas, ni crucifixión de ideas, ni otra compulsión que la de crear. Incluso cuando el mundo va camino de su destrucción, hay un hombre que permanece en el centro, que queda fijo y anclado más sólidamente, más centrífugo, a medida que se acelera el proceso de disolución (...) Incluso cuando el mundo se desintegra, el París de Matisse se estremece con el jadeo de orgasmos vivaces, el propio aire está sereno a causa de la esperma estancada, y los árboles enredados como los cabellos. En su eje bamboleante la rueda gira cuesta abajo sin cesar; no hay frenos, ni rodamientos, ni neumáticos. La rueda se desintegra, pero la revolución sigue intacta..."

Henry Miller, Trópico de Cáncer




Viajes imaginarios: el París de Henry Miller


"A veces vuelvo solo a casa y la sigo a través de las oscuras calles, la sigo a través del patio del Louvre, sobre el Pont des Arts, a través de la arcada, a través de los orificios y ranuras, la somnolencia, la blancura deslustrada, la reja del Luxemburgo, las ramas enredadas, los ronquidos y quejidos, las cancelas verdes, el rasgueo y campanilleo, las puntas de las estrellas, las lentejuelas, los azabaches, los toldos de franjas azules y blancas que rozaba con las puntas de sus alas".

Henry Miller, Trópico de Cáncer

martes, 21 de enero de 2014

Trotsky sobre Lenin (a 90 años de su muerte)

"Por la manera en que me recibieron Maria Ilinitchna y Nad. Konstantinovna, comprendí con qué impaciencia y con que entusiasmo me esperaba. Lenin estaba de un humor magnífico, tenía buen semblante. Me pareció que me miraba con otros ojos. Sabía enamorarse de las personas, cuando se le revelaban bajo un cierto aspecto. Con la atención exaltada con la que escuchaba, tenía ese aire de hombre "enamorado". Escuchaba ávidamente lo que le informaba sobre el frente, y suspiraba con satisfacción, casi con beatitud. "la partida está ganada, dijo pasando de repente a un tono grave y firme, desde el momento en que supimos poner orden en el ejército, esto significa que sabremos poner orden en todas partes. Y la revolución, con el orden, será invencible".
Cuando volvimos en el auto con Sverdlov, Lenin estaba en el balcón con N. Krupskaia, justo encima de la escalera de entrada, y nuevamente sentí sobre mí la misma mirada, vagamente reservada, envolvente, de Ilich. Se habría dicho que quería decir algo, pero no encontraba las palabras. De pronto alguien de la guardia trajo macetas con flores y las puso en el auto. El rostro de Lenin se ensombreció con inquietud. 
"¿Esto va a molestarlo?", preguntó. No había prestado atención a las flores y no entendía la causa de esa inquietud. Al acercarme a Moscú -la Moscú hambrienta, fangosa, de los meses de otoño de 1918- me sentía muy incómodo: ¿era justo el momento de llegar con flores? Y pronto entendí la preocupación de Lenin: justamente había previsto ese malestar. Sabía prever.
En la entrevista siguiente, le dije: "El otro día usted me preguntó algo acerca de las flores y, en la fiebre de  nuestro reencuentro, no me di cuenta de la incomodidad en la que usted pensaba. Recién cuando llegué a la ciudad tomé conciencia"... "¿El aspecto de un traficante del mercado negro?", replicó vivamente Ilich con una delicada sonrisa. Y de nuevo advertí esa mirada particularmente amistosa, que parecía reflejar su satisfacción de haber sido comprendido... ¡Cómo han permanecido claros, imborrables en mi memoria, todos los rasgos más detallados del encuentro en Gorki!
Nos pasaba que teníamos, Lenin y yo, rudos choques, porque en los casos en que yo estaba en desacuerdo con él en una cuestión grave, yo llevaba la lucha hasta el final. Estos casos, naturalmente, se han gravado en todas las memorias, y los epígonos hablaron y escribieron mucho en consecuencia. Pero son cien veces más numerosos los casos en que nos entendíamos mutuamente entre líneas, y en los que nuestra solidaridad aseguraba el pasaje de la cuestión al Politburó sin debate. Lenin apreciaba mucho esta solidaridad."

León Trotsky, 10 de abril de 1935 en el Diario del Exilio

miércoles, 8 de enero de 2014

Su tarea más importante


"Lasalle un día escribió que renunciaría gustoso a escribir lo que sabía si sólo pudiera realizar, aunque fuera parcialmente, lo que era capaz de hacer. Este es un deseo que sólo comprende demasiado bien un revolucionario. Pero es necesario tomar las circunstancias tal como son. Justamente porque se me ha concedido participar en grandes acontecimientos, mi pasado me cierra ahora la posibilidad de la acción. Sólo me queda tratar de interpretar los acontecimientos y prever su desarrollo futuro. Ésta es una ocupación, en todo caso, capaz de dar mayores satisfacciones que la lectura pasiva."

León Trotsky, Diario del Exilio, 7 de febrero de 1935 (así comienza...)

Heroica

Los dos libros que leí estos días, el Diario del Exilio de Trotsky y Informe del Interior de Auster, mencionan a la 3° Sinfonía de Beethoven, imposible huir de semejante belleza...

"Anoche escuché la tercera sinfonía de Beethoven por primera vez en casi dos años. Se me estremecía el cuerpo, temblaba y... lloré. No lo entendía. Como si hubiera caído al vacío". Paul Auster, Informe del Interior

"La TSF reproduce la 'Sinfonía Heroica', por los Concerts Pasdeloup. Envidio a Natacha cuando escucha buena música por todos los poros del alma y del cuerpo. Natacha no es música, sino que es algo más, toda su naturaleza es musical, en sus sufrimientos como en sus (raras) alegrías hay siempre una profunda melancolía que ennoblece todas sus emociones. Los pequeños sucesos cotidianos de la política no dejan de interesarle, pero no los liga habitualmente en un cuadro de conjunto. Sin embargo, allí donde la política penetra en profundidad y exige una reacción total, Natacha encuentra siempre en su música interior la nota justa. Igualmente en sus opiniones sobre la gente, y no sólo bajo el ángulo de la psicología personal, sino también bajo el ángulo revolucionario. El filisteísmo, la vulgaridad, la cobardía nunca escapan a su mirada, aunque sea muy indulgente con todos los pequeños defectos humanos. La gente delicada, incluso la gente totalmente 'simple' -y también los niños- sienten de manera instintiva la musicalidad y la profundidad de su naturaleza. En cuanto a aquellos que son indiferentes, o pasan condescendientes cerca de ella, sin notar la fuerza que oculta, casi siempre se puede decir con certeza que son gente superficial y trivial. Fin de la 'Sinfonía Heroica' (no han reproducido más que que fragmentos)." León Trotsky, Diario del Exilio, 23 de marzo de 1935


lunes, 6 de enero de 2014

Ni una coma de más (nada de lo humano le era ajeno al viejo Marx)


"Si suponemos al hombre como hombre y a su relación con el mundo como una relación humana, sólo se puede cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc. Si se quiere gozar del arte hasta ser un hombre artísticamente educado; si se quiere ejercer influjo sobre otro hombre, hay que ser un hombre que actúe sobre los otros de modo realmente estimulante e incitante. Cada una de las relaciones con el hombre -y con la naturaleza- ha de ser una exteriorización determinada de la vida individual real que se corresponda con el objeto de la voluntad. Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor, en cuanto amor, no produce amor recíproco, si mediante una exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu amor es impotente, una desgracia".

Karl Marx, Manuscritos económico-filosóficos. XLI: El dinero

Correspondencia


Comparto una hermosa carta que me escribió mi amigo y camarada Sergio, que él se animó a publicar en su blog (y yo hace tiempo quería compartir), y mi respuesta (que yo me animo a publicar en el mío)

Carta a una amiga

Sabes, Me encanta escribir, es en las palabras silenciosas donde me descubro medio perdido pero muy en mí.
Me decido a escribirte, esta vez mezcla de sueño y anhelos por el simple hecho de escribirte, en momentos donde me encuentro con el deseo de gritar en silencio, gritar esas sensaciones que uno va juntando.
Ese encanto que tienen las palabras en la mente que no salen por los labios, inexplicablemente te pienso como mi confesora, colega y amiga.
Tengo que confesarte que te extraño y me haces falta, me siento solo a veces y venís a mis pensamientos, parece que quisiera contarte mil cosas, mientras pasa el tiempo y las guardo para mí.
Te lo voy a decir de una vez, traspasaste las barreras de lo cotidiano y apareces como un personaje de mis sueños, mi heroína y mi dulce amiga con las manos y los ojos débiles, y te convertiste en un personaje maravilloso que actúa en mis cuentos, y en mi vida.
Te cuento que mis dolores calmaron un poco, aunque se ha vuelto parte de la rutina, vuelve en su momento, aunque los dolores más profundos se están yendo, despacito, pero se están yendo.
Mi cuerpo y mi cabeza me están diciendo que los años pasaron, y dejaron sus marcas, aclaro que me siento más joven que nunca. A mis recuerdos vuelve ese niño que juntaba hojitas allá en las cosechas de yerba mate de tierra colorada, esperando oír maravillosas historias de héroes guaraníes, de las mujeres y niños resistiendo el ataque de la triple alianza, tampoco ese joven que cumplía los sueños de casa propia de trabajadores de cuello blanco, quienes ponían en cada ladrillo un sueño que le vendió la sociedad capitalista.
Creo que cada párrafo que escribo merece una historia, pero serán tinta de otro papel.
Cuanto de ese niño que jugaba junto a su padre a armar raídos de 100 kilos de yerba mate para algún patrón que devolvía unas monedas a cambio para poder comer a la noche, cuanto de ese joven con las manos marcadas por el frio del agua en el invierno preparando el material para construir sueños, otra vez a cambio de unas monedas, cuanto de ellos hay en mi hoy?
Y cuantos errores en el medio amiga, pero de todo se aprende no?
En un momento mis brazos se marcaron con la fuerza y el fuego de quien no puede más que cambiar su tiempo en mercancía, esta vez no iba agachar la cabeza, solo fue el comienzo, luego conocí el poder que tiene nuestra clase no solo para transformar la naturaleza, para transformar el mundo, en uno que valga la pena vivir.
Mientras le dedicamos nuestra vida a cambiar el mundo, uno va armando su vida con sus fortalezas y debilidades, allí te encontré. Armando nuestro presente y cuanto nos espera.
Pareceré un loco que escribe mareado en el medio de todo, pero prefiero mantenerme así, de todos ellos aprendí, hoy estoy aprendiendo. Lo mejor me quedo marcado, y lo malo, ya te lo dije, se está yendo de a poquito, de a poquito, pero se está yendo…
Algunas cosas serán sueño, otras serán cuentos, otras serán palabras, pero mi carta quiere mostrarte que ya sos parte profunda de mi vida, querida amiga.
Espero verte pronto.

Con mi profundo respeto y cariño, tu camarada Ser

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Bueno, empiezo en cuotas, creo, ahora que estoy más tranquila, y con una mezcla de alegría-preocupación-ansiedad y un dejo de tristeza que me quedó de arrastre de mi estado personal, que pinta que va a ser así un tiempo, o al menos un poco inestable...
Tu carta me pareció hermosa, conmovedora y me llegó hasta el fondo, porque eso que me decís es algo compartido, porque vos también te instalaste en mi vida de la misma forma. Y sos de las cosas más lindas que me pasaron en este año y medio. El viernes escuché una canción que le cantaron a una compañera, bellísima, de La Máquina de hacer pájaros (http://www.youtube.com/watch?v=lxMbR4EjXmk) y me acordé de nosotros y medio nos vi así y me emocioné mucho. Pensar en que tenemos años por compartir, muchos, y que uno pueda conservar un amor, una relación así, con un dejo de pureza como ese de cantarle todos los cumpleaños una canción a alguien con la misma emoción, a pesar de que pase el tiempo, las pruebas, la vida... me sentí muy bien esa noche, contenida, acompañada, rodeada de gente de esa que decís "pucha, con esta gente que apenas conozco comparto tanto, y es tan valioso, y es como un sentimiento raro, de camaradería de en serio, aunque sin riesgos, sin vidas en juego, pero profundo. Y pensé en vos, por eso te dije ayer que quería que estuvieras. Me hubiera gustado estar ahí con vos, creo que más que con nadie.
Esta todo cortado mi mail, pero creo va teniendo sentido, y tal vez notes los cortes, que son un poco mi estado de ánimo que va y viene, medio desequilibrado, medio en un mar de un amor que no se dónde va a terminar, pero que ya estoy ahí en medio de las olas, y no queda otra que dejarse llevar, intentando buscar una orilla cuando dan las fuerzas. Leyendo tu mail y recordando algunas charlas me acordaba que de pequeña reivindicada imitar gestos y actitudes bonitos de la gente, apropiarse de ellos, y contruirse a uno mismo de esa forma, y a la vez trasladarlo, forjando lazos así también. Y pensando en nosotros, tan distintos nuestros mundos, nuestras historias, me parecen casi mágicos nuestros mimetismos, nuestros estados compartidos, nuestras ideas que coinciden en tiempo y lugar, esa complicidad de parecerse un poco en lo diferentes que rescato siempre contra ese posmodernismo individualista de que cada uno es unico y bla. Creo que eso es parte de "habernos domesticado" como dice el principito, y de tener esa certeza de que vamos a compartir años, si las circunstancias nos dejan. Yo tengo eso con poca gente, y en general me ha costado más construirlo, por eso es tan especial también que nos hayamos encontrado así, y partir de ahí para seguir construyendo una amistad todos los días, nos adelanta algo cada vez más interesante, que espero podamos proyectar más allá de nosotros y transformar también en un aporte interesante al partido. Veremos...
Lo que me contás de tu vida amerita un cuento que puede ser genial, describir una historia así, con palabras tan bellas, es todo un mérito, que realmente admiro de vos, todo un diamante en bruto que se pule y brilla cada vez más. Me gusta contribuir un poco a eso, a hacer no cualquier bolchevique, como dice Cannon, sino uno como él, que no se juntan de a tantos, pero que son los más importantes.
Tarde pero contesté, un domingo que me desperté con ganas de palabras. Y sola.
Te dejo la canción de regalo.
Puedo compartir tu carta en mi blog?
Te quiero muchísimo,
Letizia

sábado, 28 de diciembre de 2013

Siento como mío todo el mundo...

"¿Conoces las palabras del Alto Estado Mayor sobre la expedición de Trotha al desierto de Kalahari?... "y los estertores de los agonizantes y los gritos delirantes de los que se estaban muriendo de sed resonaban en el majestuoso silencio de aquellas inmensidades". Oh, ese "majestuoso silencio de las inmensidades" en el que tantos gritos resuenan sin que nadie los oiga, lo escucho con tanta intensidad que ya no queda en mi corazón un lugar especial para el ghetto. Siento como mío todo el mundo, todo lugar en donde haya nubes y pájaros y lágrimas."
Rosa Luxemburg

jueves, 26 de diciembre de 2013

La guerra y el internacionalismo

Rosa en defensa de Liebknecht acusado de "perro" por la fracción parlamentaria de la socialdemocracia y perseguido por el ala derecha y por el régimen de los junkers:

"Es un perro quien lame las botas de los señores cuando durante años no ha recibido más que patadas.
Es un perro el que, con el bozal del estado de sitio, adula alegremente y mira a los ojos de los señores de la dictadura militar implorándoles dulcemente su gracia.
Es un perro el que ladra al ausente, o al que está encadenado, al tiempo que rinde servicio de perro a los actuales detentadores del poder.
Es un perro el que, a una orden del gobierno, reniega, calumnia y arroja al fango todo el pasado de su partido y todo lo que ha sido sagrado durante una generación..."



Ante la primer sentencia a prisión por el "delito" de oponerse a la guerra imperialista, con la "ayuda" de sus propios "camaradas" y sus declaraciones, de Karl Liebknecht, se declararon el huelga 55 mil trabajadores de la fábrica de municiones de Berlín, y hubo manifestaciones y huelgas en varias ciudades, por parte de los obreros que defendían a sus verdaderos dirigentes. Unos años después se levantan los marineros de Kiel. La energía revolucionaria de los obreros alemanes era desbordante.

La tragedia fue tal para el proletariado alemán y para los propios Karl y Rosa, que ellos mismos terminaron muertos por los perros guardianes del régimen alemán, miembros de su propio partido

La confianza de Rosa


"Toda una serie de argumentos contra mi lema: "estoy aquí y ¡qué se le va a hacer!" equivale a decir: esto es todo muy refinado y bello, ahora los hombres son demasiado cobardes o demasiado débiles para un heroísmo tal; ergo deberíamos adecuar la táctica a esa debilidad, al principio chi va piano, va sano. ¡Que mirada por demás estrecha, corderita mía! No hay nada más cambiante que la psicología humana. Especialmente cuando la psique de las masas esconde en sí, como Thálatta, los mares eternos, todas las eternas posibilidades latentes: la exigua calma y la furiosa tormenta, la más vil de las cobardías y el heroísmo más salvaje. Las masas son siempre lo que deben ser, de acuerdo a las condiciones históricas dadas, y siempre están al borde de convertirse en algo totalmente distinto de lo que parecen. ¡Qué decir de aquel capitán de barco que guiase el rumbo según la apariencia momentánea del agua, sólo por su superficie calma, que al fin no pudiese deducir en las señales del cielo o del mar que se estaba gestando una tormenta! Pequeña mía, la "decepción en las masas" es la actitud más vergonzosa de un líder político. Un verdadero dirigente no concibe su táctica guiándose sólo por el estado de ánimo momentáneo de las masas; más bien en las leyes de hierro del desarrollo histórico. Su táctica se mantiene firme a pesar de las contrariedades y, por lo demás, deja en cierto modo que la historia aporte a su obra la madurez necesaria".


Rosa Luxemburg en una carta a Mathilde Wurm desde la cárcel, en febrero de 1917

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Epitafios

"No te lo habrás tomado en serio Mathilde? Ríete de ello. En mi tumba, como en mi vida, no habrá nunca frases rimbombantes. Sobre mi loza habrá solamente dos sílabas: zwi-zwi. Este es el canto del herrerillo, que yo se imitar con una perfección que acuden inmediatamente. Y en ese zwi-zwi, que normalmente sonaba claro y fino como una aguja de metal, se oye desde hace unos días un pequeño trino, una minúscula voz de pecho. ¿Sabe usted lo que eso significa? Es la primera manifestación de la cercana primavera. A pesar de la nieve, de las heladas y de la soledad creemos -los herrerillos y yo- en la próxima primavera. Y si mi impaciencia me impidiese conocerla, no se olvide que no quiero que en mi tumba haya nada más que: zwi-zwi."

Rosa Luxemburg