sábado, 19 de octubre de 2013

MENSAJE A LA POESÍA


No puedo
No es posible
Díganle que es totalmente imposible
Ahora no puede ser
Es imposible
No puedo
Díganle que estoy tristísimo, pero no puedo ir esta noche a su encuentro.
Cuéntenle que hay millones de cuerpos que enterrar
Muchas ciudades que reconstruir, mucha pobreza por el mundo
Y las mujeres se están volviendo locas, y hay legiones de ellas escardando
La añoranza de sus hombres; cuéntenle que hay un vacío
En los ojos de los parias, y su flacura es extrema; cuéntenle
Que la vergüenza, la deshonra, el suicidio rondan los hogares,
Y es preciso reconquistar la vida.
Háganle ver que es necesario que yo esté alerta, de frente a todos los caminos
Presto a socorrer, a amar, a mentir, a morir si es necesario.
Explíquenle, con cuidado -no la acongogen…- que si no voy
No es porque no quiera: ella sabe; es porque hay un héroe en una cárcel
Hay un labrador que fue agredido, hay un charco de sangre en una plaza.
Cuéntenle, en secreto, que debo estar preparado, que mis hombros
No se deben curvar, que mis ojos no se deben
Dejar intimidar, que llevo a cuestas las desgracias de los hombres
Y ahora no es el momento de parar; díganle, mientras tanto,
Que sufro mucho, pero no puedo mostrar mi sufrimiento
A los hombres perplejos; díganle que me fue ordenada
La terrible participación, y que posiblemente
Deberé engañar, fingir, hablar con palabras extrañas
Porque sé que, a lo lejos, clarea una aurora.
Si ella no comprende, procuren convencerla
De ese invencible deber que tengo; pero díganle
Que, en el fondo, todo lo que estoy dando es de ella, y que me
Duele tener que despojarla así, en este poema; que por otro lado
No debo usarla en su misterio: la hora es de esclarecimiento
Ni inclinarme sobre mí cuando a mi lado
Hay hambre y mentira y el llanto de un niño solitario en una calle
Junto al cadáver de una madre; díganle que hay
Un náufrago en medio del océano, un tirano en el poder, un hombre
Arrepentido; díganle que hay una casa vacía
Con un reloj golpeando horas; díganle que hay un gran aumento
De abismos en la tierra, hay súplicas, hay alaridos
Hay fantasmas que me visitan de noche
Y que debo recibir; coméntenle mi confianza
En la mañana
Que siento una sonrisa en el rostro invisible de la noche
Vivo en tensión a la espera del milagro; por eso
Pídanle que tenga paciencia, que no me llame ahora
Con su voz de sombra, que no me haga sentir cobarde
Y tener que abandonarla en este instante, en su inmedible
Soledad; pídanle, oh pídanle que se calle
Por un momento, que no me llame
Porque no puedo ir
No puedo ir
No puedo.

No la traicionaré. En mi corazón
Vive su imagen, y nada diré que pueda
Avergonzarla. Mi ausencia
Es también un sortilegio
De su amor por mí. Vivo del deseo de volverla a ver
En un mundo en paz. Mi pasión de hombre
Sobrevive conmigo. Tal vez yo deba
Morir sin verla más, sin sentir más
El gusto de sus lágrimas, sin mirarla correr
Libre y desnuda en las playas y en los cielos
Y en las calles de mi insomnio. Díganle que es ése
Mi martirio; que a veces
Me pesa en la cabeza el tiempo de la eternidad y las poderosas
Fuerzas de la tragedia caen sobre mí y me empujan a la sombra
Pero que debo resistir, que es preciso…
Pero que la amo con toda la pureza de mi pasada adolescencia
Con toda la violencia de las antiguas horas de extática contemplación
Con un amor lleno de renuncia. Oh, pídanle a ella
Que perdone a su triste e inconstante amigo
A quien fue dado perderse por amor a su semejante
A quien fue dado perderse por amor a una pequeña casa,
A un jardín, a una muchacha vestida de rojo
A quien fue dado perderse por amor al derecho
De todos a tener una pequeña casa, un jardín
Y una muchacha vestida de rojo; a quien perdiéndose le es dulce perderse…
Por eso convénzanla, explíquenle que es terrible
Pídanle de rodillas que no me olvide, que me ame
Que me espere, porque soy suyo, sólo suyo; pero que ahora
Es más fuerte que yo, no puedo ir
No es posible
Me es totalmente imposible
No puede ser, no
Es imposible
No puedo.

Vinicius de Moraes
(Traducción de Manuel Díaz Martínez)

miércoles, 16 de octubre de 2013

Sin puntos suspensivos IV

Hace un día gris, frío, triste. Vaticinador del otoño (y ¡ay! el invierno que vendrá). Y en este día gris, frío, triste, me despierto con tu imagen, una mañana más que mi onírica resistencia a olvidarte me juega una mala pasada. Un día gris, frío, triste que me recuerda que no existe el olvido, ni siquiera las palabras, ni siquiera las lágrimas. Pero las imágenes que se prenden a mi cuerpo, a mi mente, a mi almohada. Las imágenes que alguna (breve) vez fueron piel, besos, caricias. Y que ahora son imágenes, y nada más. Recuerdos con vida propia, de momentos con una existencia tan dudosa que duele. Queda la hermosura de tu cara, la suavidad de tu piel en mi mano que te acaricia como si fuera real, y se siente todavía tu piel en mi mano, y tu sonrisa en mis ojos. Y tu silencio, aún en sueños tu silencio.

Olas


Otros que son otros. Otra
Pero vos. Pero no.
El pasado que vuelve
del mismo color
del mismo dolor
que no duele
que nada
El pasado
que recuerda la que fuiste
y no sos
pero sí
Y adelante
               pero
lejos
tu voz
tu risa
tus lágrimas
               duelen
En un dolor que es mar
que se va
para volver
Pero se va
trae la memoria
de lo que fue
que no fue
que pudo ser
que puede ser
               pero no
Y el dolor es querer
que el recuerdo
inventado
sea
               Pero no
No.

martes, 15 de octubre de 2013

Sin puntos suspensivos III

Desde que lo leí en mi adolescencia me dio vueltas en la cabeza un cuento de Borges, de esos que no son especialmente memorables, salvo por una frase de aparente insignificancia pero de mucho contenido que se me quedó grabada. Sin entender incluso qué tenía que ver conmigo (porque a uno le dan vueltas las cosas que más bien tienen algo que ver con eso que se llama nuestra subjetividad, que no es más que nuestra historia, que ni siquiera es tan nuestra y tan individual). Algo así como el instante en que se dio cuenta que el otro era él, desde ya no es literal, mi mala memoria nunca lo permitiría. Y recién 12 años después entiendo qué tiene que ver conmigo, que no lo tenía en ese momento (o sí evidentemente, por algo quedó ahí) y lo tiene ahora. 
Nunca encontrarse en otra fue tan claro, incluso en sus aspectos más inconcientes. Incluso leyendo las primeras palabras de esto que escribo, tan tuyas, que no te gustan las puertas abiertas, que le temés a las puertas abiertas. Que le temés tanto que ni siquiera querés hablar de eso, espanto.
Todo para terminar escribiendo, como vos, con la tristeza. Duró poco el intento de otra cosa, casi no duró, aunque sí lo suficiente para que quede la pena, sin el olvido.

domingo, 13 de octubre de 2013

Sin puntos suspensivos II


Le urgía escribir, pero las palabras no salían. Flotaban en el aire en los lugares más inesperados, en los menos adecuados para esto de poner los pensamientos en palabras las palabras en papel el papel en un mensaje, con sutil destinatario, indirecto claro. Un destinatario así genérico, para mantener la sutileza.

Matar al ángel de la casa


"Es mucho más difícil matar un fantasma que una realidad. Siempre volvía arrastrándose cuando pensaba que por fin la había despachado. Aunque me regodeo pensando que en última instancia la maté, la lucha fue ardua; me llevó mucho tiempo, que podría haber empleado mejor estudiando gramática griega o recorriendo el mundo en busca de aventuras. Pero fue una experiencia real; fue una experiencia que estaría destinada a afectar a todas las escritoras en aquella época. Matar al Angel de la Casa era parte de la tarea de toda escritora.(...) Estas fueron, entonces, dos experiencias muy genuinas. Fueron dos aventuras de mi vida profesional. Creo haber resuelto la primera: matar al Ángel de la Casa. Está muerta. Pero no creo haber resuelto la segunda: decir la verdad sobre mis propias experiencias en tanto cuerpo. Dudo de que alguna mujer haya podido resolverla. Los obstáculos en su contra son todavía por demás poderosos, y sin embargo muy difíciles de definir. Exteriormente, ¿hay algo más simple que escribir libros? Exteriormente, ¿cuáles son los obstáculos que deben enfrentar las mujeres y no los hombres? Interiormente, creo, la situación es otra; la mujer todavía tiene muchos fantasmas que combatir, muchos prejuicios que superar. Por cierto tendrá que pasar mucho tiempo, a mi entender, para que una mujer pueda sentarse a escribir un libro sin encontrar un fantasma que matar, una piedra contra la cual chocar." Virginia Woolf


Sin puntos suspensivos




Siempre empezaba por cerrar la puerta, aceptar la oscuridad, casi buscarla si empezaba por cerrar la puerta.
Como su momento de meterse en la miseria del mundo que no quería vivir. Siempre lloraba también. Siempre que cerraba la puerta, claro.
Así escribía y así sentía su tristeza. Siempre escribía cuando sentía tristeza. Siempre en la voz de otro.

El color de sus besos todavía puedo verlo, aún sin cerrar los ojos. Sentir su lengua en lo profundo de mi boca, su mano explorándome tan suave pero tan intenso, tan descubrir algo nuevo que no lo es en absoluto.
Y todavía me estremece todo el cuerpo, y me excita al primer recuerdo. Y la veo y la toco de memoria, y te veo y te toco de memoria, cada curva cada sabor cada centímetro de su (tu) piel.


sábado, 12 de octubre de 2013

Espinas

son como puñales
afilados
tus palabras
cada una de tus palabras
algunas
apenas me rasguñan
otras
abren heridas
que van a tardar en cerrar

pero van a cerrar
porque no matan
tus palabras

solo duelen

Un grito

"Empiezo a desear un lenguaje parco como el que usan los amantes, palabras rotas, palabras quebradas, como el roce de las pisadas en la acera, palabras de una sílaba como las que usan los niños cuando entran en un cuarto donde su madre está cosiendo y cogen del suelo una hebra de lana blanca, una pluma, o un retal de chintz. Necesito un aullido, un grito." Virginia Woolf