
"Por la manera en que me recibieron Maria Ilinitchna y Nad. Konstantinovna, comprendí con qué impaciencia y con que entusiasmo me esperaba. Lenin estaba de un humor magnífico, tenía buen semblante. Me pareció que me miraba con otros ojos. Sabía enamorarse de las personas, cuando se le revelaban bajo un cierto aspecto. Con la atención exaltada con la que escuchaba, tenía ese aire de hombre "enamorado". Escuchaba ávidamente lo que le informaba sobre el frente, y suspiraba con satisfacción, casi con beatitud. "la partida está ganada, dijo pasando de repente a un tono grave y firme, desde el momento en que supimos poner orden en el ejército, esto significa que sabremos poner orden en todas partes. Y la revolución, con el orden, será invencible".
Cuando volvimos en el auto con Sverdlov, Lenin estaba en el balcón con N. Krupskaia, justo encima de la escalera de entrada, y nuevamente sentí sobre mí la misma mirada, vagamente reservada, envolvente, de Ilich. Se habría dicho que quería decir algo, pero no encontraba las palabras. De pronto alguien de la guardia trajo macetas con flores y las puso en el auto. El rostro de Lenin se ensombreció con inquietud.
"¿Esto va a molestarlo?", preguntó. No había prestado atención a las flores y no entendía la causa de esa inquietud. Al acercarme a Moscú -la Moscú hambrienta, fangosa, de los meses de otoño de 1918- me sentía muy incómodo: ¿era justo el momento de llegar con flores? Y pronto entendí la preocupación de Lenin: justamente había previsto ese malestar. Sabía prever.
En la entrevista siguiente, le dije: "El otro día usted me preguntó algo acerca de las flores y, en la fiebre de nuestro reencuentro, no me di cuenta de la incomodidad en la que usted pensaba. Recién cuando llegué a la ciudad tomé conciencia"... "¿El aspecto de un traficante del mercado negro?", replicó vivamente Ilich con una delicada sonrisa. Y de nuevo advertí esa mirada particularmente amistosa, que parecía reflejar su satisfacción de haber sido comprendido... ¡Cómo han permanecido claros, imborrables en mi memoria, todos los rasgos más detallados del encuentro en Gorki!
Nos pasaba que teníamos, Lenin y yo, rudos choques, porque en los casos en que yo estaba en desacuerdo con él en una cuestión grave, yo llevaba la lucha hasta el final. Estos casos, naturalmente, se han gravado en todas las memorias, y los epígonos hablaron y escribieron mucho en consecuencia. Pero son cien veces más numerosos los casos en que nos entendíamos mutuamente entre líneas, y en los que nuestra solidaridad aseguraba el pasaje de la cuestión al Politburó sin debate. Lenin apreciaba mucho esta solidaridad."
León Trotsky, 10 de abril de 1935 en el Diario del Exilio