martes, 24 de marzo de 2015

Eternidad



"-Por un minuto sólo me pareció que yo no estaba acá, ...ni acá,  ni afuera...

-...
-Me pareció que yo no estaba... que estabas vos solo. 
-...
-O que yo no era yo.  Que ahora yo... eras vos."

Manuel Puig, El beso de la mujer araña

miércoles, 11 de marzo de 2015

Fortuna


-¡Suerte para vos! le dijo en una carcajada irónica mientras le cerraba la puerta en la cara.
Julia se subió al auto y experimentó una sensación de enajenación que no sería la primera en la semana. Que hacía mucho no estaba ahí, donde no estaba ella. Manejó los 20 kilómetros que la separaban de su casa como una completa autómata, no había un sólo sonido que la alcanzara, ninguno de los movimientos que hacía existían, sólo estaba su cuerpo que apretaba pedales y pasaba cambios.

Su cabeza se había quedado en el diván rojo del consultorio.

Llegó a su casa y notó que volvía a su cuerpo. Volvía con una pregunta amiga que la traía, que la rescataba de dónde sea que estaba. Volvía con unas lágrimas que brotaron sin que siquiera lo notara. Repetía la pregunta que le había dado vueltas desde que cruzó la puerta que la enfrentaba cara a cara con ella todas las semanas. Y con las lágrimas vino una rabia feroz contra su analista. Era la primera vez que se enojaba con ella.

-"¡Suerte para vos!"- ¡¿cómo no la había mandado a la mierda en ese momento?! "Suerte para vos", como si supiera que la iba a dejar exactamente así, fuera de ella.

Pero era demasiado tarde y la suerte ya se había conjurado.

Y la semana de las lágrimas y el enojo fue la semana de su segunda enajenación, que esta vez la ponía como sujeto de su fantasía, que se volvía real, que le devolvía a ella. Entre tanto Dr. Freud que había dado vueltas por ahí recordó a Lenin: "es preciso soñar con la condición de creer en nuestros sueños y realizar escrupulosamente nuestras fantasía". 

Sólo tres días desde la conjura bastaron para que su fantasía comenzara a realizarse escrupulosamente. Y ahí estaba ella, o no estaba más bien, se miraba casi de afuera, lo miraba casi de afuera, sin poder entender cómo era que había pasado lo que estaba pasando, en qué momento habían llegado ahí, a ese bar, a ese whisky que se volvía promesa por cumplir, a ese beso que superaba en decenas de veces al que había reconstruido durante todo este tiempo en su cabeza.

Esa semana todo en su vida pareció encajar perfectamente, de pronto. Consiguió un mejor trabajo, resolvió sin tanta vuelta los problemas de horarios. Escribió, eligió qué era lo que quería hacer este año y se trazó desafíos. Hasta volvió a cruzarse amigos de la infancia, de esos que hace diez años que no ves y que te recuerdan a vos cuando fuiste otra, y que te recuerdan a vos que seguís siendo vos. Y mientras encajaba su cuerpo se volvía un torbellino, su espera que había aprendido a vivir sin ansiedad la invadía de repente como en una vuelta a los 15 años. Tuvo la certeza de que nunca se volvería su víctima. 

Fue, la segunda, una enajenación distinta. El deseo que se hace real casi como si ella no hubiera hecho nada al respecto. Casi como si sólo hubiera tenido un golpe de suerte. 

martes, 10 de marzo de 2015

En busca del tiempo perdido


"Las verdades que han cambiado para nosotros su sentido y su aspecto, que nos han abierto nuevos caminos, son un descubrimiento que venimos preparando desde hace tiempo; pero sin saberlo; y sólo existen para nosotros a partir del día, del minuto en que se volvieron visibles."

Marcel Proust