viernes, 26 de septiembre de 2014

La hija del viento

Comparto un homenaje breve que hicimos con mi gran amiga Cecilia Mancuso, a 42 años de la muerte de Alejandra Pizarnik, en La Izquierda Diario

La hija del viento



Un 25 de septiembre de 1972, moría Alejandra Pizarnik. Hija de Elias y Reizia, nacida en Argentina, Alejandra se convirtió en una de las más importantes poetas de nuestro país. Nunca pudo terminar sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras, a la que ingresó en 1954. Enseguida se destacó por la belleza y la profundidad de su poesía; su escritura y su capacidad de conmover con pocas palabras la llevaron rápidamente al reconocimiento de todos los poetas y escritores contemporáneos a su tiempo. Alejandra escribía para exorcizar sus propios fantasmas, para ella "escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos"

El paso de Alejandra por la Sorbona (París) en la década del ’60 la llevó a conocer al gran escritor Julio Cortázar con quien tuvo una profunda amistad hasta su muerte.

De 1962, en Diarios de Alejandra Pizarnik (Lumen), se puede leer este pasaje “Cuando yo muera, ¿quién me va a decir?”

― Cuando me muera muy pronto, si alguna vez muero, no recordarán el olor a tristeza del río, no recordarán el gusto del vino atado a la lengua, no recordarán el color de la noche en los ojos de los ahogados sino que recordaran mi voz, mis palabras que flotan como máscaras, como cáscaras vacías que nunca contuvieron nada, y recordarán mis ojos verdes que pagaron al amor el más alto tributo, y recordarán mi nombre que significó mucho para quien lo llevó como un arma en la noche de los grandes reconocimientos y del dolor sin desenlace. Así me dejé volar como tantas otras noches similares.

Muchas son las obras que conmovieron a toda una generación y cuyos significados y belleza transcurrieron en el tiempo hasta nuestros días. Una mujer que supo conmover, poniendo en palabras la lucha interior a la que se entregaba, sus deseos, sus contradicciones y sus temores más profundos. Leer a Alejandra Pizarnik es zambullirse en ese mundo interior cruzado por la tragedia pero también por un profundo sentimiento de amor a la vida, de respeto a las mujeres que vivieron y lucharon contra demonios internos y externos antes que ella.

"Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que no conocí, pero que forjaron un suelo común, de aquellas que amé aunque no me amaron, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y tierno corazón guerrero”

Un día como hoy pero de 1972, a los 36 años, Alejandra estaba internada en un hospital psiquiátrico y se quitó la vida con una gran ingesta de pastillas. Probablemente nunca recibió la carta donde Julio Cortázar le daba fuerzas para seguir viviendo: "Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra".

La perdimos muy joven. Obsesionada con el tiempo, todo lo hizo muy joven Alejandra. Empezó a escribir siendo todavía una niña, y tal vez por eso nunca dejó de jugar maravillosamente con las palabras.

Acá se pueden leer algunos de sus mejores pasajes.

http://alejandrapizarnik.blogspot.com.ar/


jueves, 18 de septiembre de 2014

Anamnesis


De golpe, la enfermedad se retira de tu cuerpo. Se fue la fiebre, se fue el dolor. Se retira y te deja tu cuerpo, así como es. Se retira y te deja con vos. Con tu cuerpo. Húmedo tu cuerpo, excitado tu cuerpo. Un cuerpo que desea, pero no. Un cuerpo que quiere ser deseado, pero no. Un cuerpo sin deseo.
Se retira y te deja con vos. Y por tu cabeza se traviesas las ideas, que aclaran, que confunden. Como aviones que se estrellan las ideas en tu cabeza. A tanta velocidad que ya no las podes escribir.
Y tenés que escribir o morir. No podés vivir sin escribir. Sin esas ideas, que aparecen. ¿Y si es amor? Y si fue amor todo este tiempo? Y tu cuerpo que desea. Sola. Y tu cuerpo que desea y se descompone por dentro. Y no hay nadie ahí para sanarlo. Estás vos. ¿No hay nadie? No está quien tiene que estar, ¿por qué tiene que estar? Quedó un pagaré del amor, una deuda que cobra intereses todos los días. Una deuda que te descompone el cuerpo por dentro.
Pero se fue la enfermedad y ya no estás triste como la noche anterior. Estás sola, como la noche anterior, como muchas noches anteriores. 
Las ideas como bombardeo, algunas te mataron, a otras las resististe, y las escribís. Como se pueda las escribís, como te animás las escribís.
Y escapar fue escapar. Pero fue conciente. Te fuiste de una vida posible que no era la vida que querías. Te fuiste del pasado, del pueblo, de la familia, te fuiste y volvés, una vez cada tres meses. Volvés y reafirmás. Escapar no es escapar cuando uno sabe a dónde va. Aunque no siempre llegue a donde sabe que va. Aunque llegue un poco, aunque en el camino quedó tu cuerpo, y el deseo. ¿Y si es amor?

martes, 16 de septiembre de 2014

Un hallazgo (sobre el lenguaje que nos reconcilian con el pasado)

Empieza con Macedonio. Sigue en la infancia donde perderse era "encontrar, después del miedo, la certeza de que perder una camino es descubrir otro".
La pluma fascinante, como un embrujo, de Germán García en Nanina y una imagen que ya aparecio dos veces en una misma semana: "La figura de la pelota en el aire fue parte de nuestro lenguaje de signos invisibles a los mayores". El lado oscuro del corazon empieza con Dylan Thomas y de nuevo la imagen: "La pelota que arroje cuando jugaba en el parque aun no ha tocado el suelo".
Y aca andamos, pasados los 30, reconciliandos con nuestra infancia, con el pasado.  Una buena forma de poner sobre los pies la angustia que dejó Alan Pauls con su novela.