domingo, 30 de junio de 2013

Desde el otro lado


Volver sobre cosas ya escritas puede parecer demasiado fácil, pero en mi caso al menos siempre me ha sido más fácil inventar que repetir. Ocurre sin embargo que ciertas repeticiones, que prefiero llamar recurrencias, se me dan con la misma evidencia que diariamente nos da a todos la inevitable salida del sol. Y si esta cotidiana maravilla no nos asombra puesto que conocemos la relojería general del cosmos, hay otras repeticiones perceptibles en un dominio que ninguna ciencia ha explicado todavía, repeticiones que pertenecen a esos intersticios de lo habitual donde leyes que no son las de la física o la lógica se cumplen de una manera casi siempre inesperada. Todo esto para decir que anoche entré una vez más en esa zona de arenas movedizas y que trato ahora de contarlo para esos lectores a quienes también les pasan cosas así y no las desechan como meras coincidencias.

Hace años que conozco a Michel Portal y que admiro su prodigiosa capacidad de instrumentista. Usted le alcanza cualquier variedad de saxo, flauta, clarinete, fagote, trombón, quena, clavecín y hasta el difícil y secreto bandoneón, y Michel lo vuelve música, y qué música. Así, para abreviar la biografía, lo mismo se lo encuentra como solista en un concierto de la llamada música clásica (Brahms y Schumann no tienen secretos para él) o mezclado en la compleja telaraña de una obra de Stockhausen; pero apenas le queda un poco de tiempo libre, Michel arma un cuarteto o un quinteto de jazz y ahí es la entrega y la creación en libertad, la invención de quien pasa de un instrumento a otro con la gracia de, un gato Jugando con ovillos de lana. Ocurre que somos amigos, pero nos vemos apenas, andamos, por órbitas tan diferentes, cuando lo busco está en el Japón o viceversa, pero anoche descubrí que su grupo actuaba en una cave d e Paris y me largué para escucharlos y por lo menos charlar dos minutos con Michel es así como se vive en este siglo donde se ha perdido toda armonía entre el tiempo y nosotros, entre la Infinita variedad que nos rodea y nuestra cada vez menor disponibilidad para abrazarla, Señalo de paso es parte de este todo incomprensible que quisiera por lo menos insinuar que la víspera yo había estado a punto de ir a escuchar a Michel y que circunstancias nimias me obligaron a dejarlo para la noche siguiente.

Desde el fondo de la cave humosa y gótica y llena de pelos y de barbas y de hermosas criaturas de todo sexo, escuché a Michel y a su quinteto. Él me reconoció mientras disponía sobre una mesa los cinco o seis instrumentos que utilizaría, y me hizo un gesto de saludo. Tocó -tocaron- admirablemente, improvisando casi una hora sobre temas que se iban abriendo y multiplicando como un, follaje de árbol. El jazz no impide pensar (la improvisación tiene sus caídas inevitables y en esos huecos momentáneos uno se reencuentra y vuelve a su mundo mental); en algún momento me acordé de mi primer contacto con Michel en el festival de Avignon y de cómo en un café él me habla hablado de mi relato El perseguidor. Viniendo de un músico, y qué músico, su preferencia por ese cuento me había dado una de esas recompensas que justifican toda una vida, y mi manera de decírselo fue hablar largamente con él de Charlie Parker, el hombre Parker y no ya el personaje de mi relato. Su amor y el mío por la música del Bird nos hizo amigos para siempre.


Yo había pensado en todo eso escuchando a Michel, aunque nada hubiera de Charlie Parker en lo que se tocaba esa noche, y después llegó el intervalo y Michel cruzó la sala para encontrarse conmigo. Siempre un poco perdido, un poco en otra cosa, sentí que ahora estaba más allá que nunca de lo que la gente llama normal. Nos abrazamos, le dije de mi felicidad al escuchar su música. "No, no", se defendió apretándome el hombro con una mano como si también yo estuviera a punto de convertirme en uno de sus instrumentos "No, esta noche es otra cosa, verte ahí y de golpe, de golpe...". Nos mirábamos, yo esperaba sin saber qué. "Es increíble", dijo Michel, "que estés aquí esta noche, Julio. Vengo de tocar en otra parte, estuve tocando con un saxo que me prestaron, un saxo increíble de viejo y gastado, con iniciales de nácar y una boquilla casi, inservible. Olía a incienso de iglesia, te das cuenta, tocar en él era..". Su deslumbramiento y su angustia batallaron en un largo silencio, en sus ojos clavados en mi. "Adivina, Julio, adivina de quién era. No había nada que adivinar, la figura estaba cerrada, la maravilla cumplida. "El saxo del Bird", dije, y Michel, que acaso había temido que en ese instante todo se viniera abajo, se apretó contra mí, feliz, como temblando. Supe que la viuda de Charlie Parker estaba en Paris, que ese saxo estaba destinado a un museo (hay uno muy simple y pobre y hermoso en Nueva York) y que las cosas habían girado y se habían ordenado para que esa tarde Michel pudiera tener entre las manos el saxo del Bird, acercar los labios a esa boquilla donde había nacido el prodigio de Out of Nowhere, de Lover Man, de tantos y tantos saltos a lo absoluto de la música, de eso que malamente yo había tratado de decir en El perseguidor.

Nadie, claro, se dio cuenta de lo que ocurría entre Michel y yo. Me quedé todavía un rato y me fui sin volver a verlo. Nos seguiremos encontrando aquí y allá, pero si no es así ya no importa. La figura se cerró anoche, eso que llaman azar juntó otra vez tanta baraja dispersa y nos dio nuestro instante perfecto fuera del tiempo idiota de la ciudad y las citas a término y la lógica bien educada. Ahora ya nada importa, realmente; anoche fuimos tres, anoche lo vimos junto a nosotros desde el otro lado.

Julio Cortázar


martes, 18 de junio de 2013

De los recuerdos de Gorki sobre Lenin


Revolviendo escritos de Trotsky encontré esta belleza...

Una tarde Lenin estaba en compañía de Gorki escuchando a un pianista magnífico que tocaba una pieza de Beethoven en la casa de un amigo. Luego de escuchar la pieza, con gran placer obviamente, se volvió hacia Gorky y observó irónicamente:

“No conozco nada más hermoso que la Appasionata y podría escucharla todos los días. Invariablemente me llega y me llena de orgullo y un pensamiento algo ingenuo e inocente me invade: ¡Qué cosas maravillosas son capaces de hacer las personas!”

Y sonriendo a través de sus ojos entrecerrados, Lenin agregó de manera poco feliz:

“Pero me resulta difícil escuchar música frecuentemente. Me crispa los nervios. Siento el impulso de decir banalidades placenteras y de acariciar las cabezas de aquellos que, mientas viven en tal infierno mugriento, son sin embargo capaces de crear tal belleza. Pero en la actualidad uno no puede acariciar la cabeza de nadie, te arrancarán la mano de un mordisco. Y además, es necesario seguir dándoles golpecitos en la cabeza, golpearlos sin piedad, incluso aunque nuestro ideal es oponernos a la violencia contra los seres humanos. Mmm Mmm – es una responsabilidad infernal y difícil.”

lunes, 17 de junio de 2013

Solas


Solas las dos
Con tu tristeza
No querías eso?
Y ahora te inunda
Te sofoca
Te arrastra en su marea gris
Sin que derrames una lágrima 
Cómo hace tiempo
Pero con la tristezasoledad
Qué se interpone a todo

Este cuerpo


La fuerza para cambiar este mundo
pero
llevar a la rastra este cuerpo
que me encierra
y no protege
de ningún golpe

miércoles, 12 de junio de 2013

París era una fiesta



"Su talento era tan natural como el dibujo que forma el polvillo en un ala de mariposa. Hubo un tiempo en el que él no se entendía a sí mismo como no se entiende la mariposa, y no se daba cuenta cuando su talento estaba magullado o estropeado. Más tarde tomó conciencia de sus alas vulneradas y de cómo estaban hechas, y aprendió a pensar pero no supo ya volar, porque había perdido el amor al vuelo y no sabía hacer más que recordar los tiempos en que volaba sin esfuerzo."

Ernest Hemingway sobre Scott Fitzgerald

lunes, 10 de junio de 2013

Ella los nada




"¿Pero no hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente? No, no hemos vivido así, ella hubiera querido pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con la punta de pie. Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impuso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en perjuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos."

Julio Cortázar

domingo, 9 de junio de 2013

Regalos de domingo (que hay que compartir)

Esas cosas que también se vuelven a leer distinto, ahora que ya no somos los mismos. 
Esos amores nuevos que encontramos y nos cambian, a nosotros y al mundo, y a la forma en que lo entendemos. Cosas que valen la pena, andar para encontrarnos.


“Si logramos que de las relaciones de amor desaparezca el ciego, exigente y absorbente sentimiento pasional; si desaparece también el sentimiento de propiedad lo mismo que el deseo egoísta de ‘unirse para siempre al ser amado’; si logramos que desaparezca la fatuidad del hombre y que la mujer no renuncie criminalmente a su ‘yo’, no cabe duda que la desaparición de todos estos sentimientos hará que se desarrollen otros elementos preciosos para el amor. Así se desarrollará y aumentará el respeto hacia la personalidad del otro, lo mismo que se perfeccionará el arte de contar con los derechos de los demás; se educará la sensibilidad recíproca y se desarrollará enormemente la tendencia de manifestar el amor no solamente con besos y abrazos, sino también con una unidad de acción y de voluntad en la creación común” Alexandra Kollontai

lunes, 3 de junio de 2013

Cuestión de días y ánimos (para la mujer que sana mis heridas, que un poco compartimos)


Porque estamos todos rotos
el amor
          una herida
          una carencia
          una soledad

hacerle lugar al amor
es sentirse un poco solos
con uno mismo