miércoles, 22 de octubre de 2014

Desarme


Entregó las armas una por una, pero de golpe, cuando asumió la derrota como se asume la muerte que va a venir un día a buscarnos, no sabemos cuándo, no sabemos cómo. Con el rostro perturbado aún por la magnitud del descubrimiento, con los silbidos de las balas aullando a lo lejos, las fue poniendo sobre la mesa. El enemigo no estaba cerca, pero acechaba. Acechaba tanto como si no existiera. El sol chocaba con la vida ensombrecida por un hallazgo tan certero. Y la vida seguía ahí. Y ella no. Ella estaba naciendo de nuevo, en la tragedia de la batalla perdida, en la muerte tan incierta, tan inevitable. Dio media vuelta y caminó hacia el sur, todavía no sabía a dónde iba. Sobre la mesa quedó su corazón, quedaron sus tripas, quedaron sus deseos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario